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Congregación del Buen Pastor

La religiosa María Eufrasia Pelletier fundó la Congregación del Buen Pastor en Angers, Francia, el año 1835. La Orden nació con la misión de "prevenir", "reeducar" y "rehabilitar" a niñas y mujeres que a causa de la miseria y el abandono se sumían en una existencia deshonesta o estaban próximas a ello. Fue la propia Pelletier quien autorizó el envío de monjas a Chile gracias a las gestiones del Arzobispo de Santiago Rafael Valdivieso, quien fue respaldado por la Sociedad de Beneficencia de Señoras, presidida por Antonia Salas de Errázuriz. Siete religiosas arribaron al país en 1855 e instalaron su primera casa en la ciudad de San Felipe, brindando asilo a jóvenes desvalidas y a mujeres arrepentidas. Encaminar a las "ovejas descarriadas" era una metáfora usual para aludir a su labor.

Prontamente, la obra del Buen Pastor cobró prestigio como modelo de acogida y reforma de mujeres con antecedentes delictuales o de inmoralidad. Tanto para el gobierno como para las damas de elite dedicadas a la caridad, la metodología piadosa de la Congregación pareció óptima para lograr el objetivo de las Correccionales, es decir, la rectificación del carácter y conducta de las reclusas, la purificación de su alma, y con todo ello, su reinserción social. Dado este consenso, el gobierno solicitó la presencia de una dotación mayor de estas religiosas para que se hicieran cargo de las Casas Correccionales.

A pesar de lo anterior, el Buen Pastor nunca abandonó la faceta preventiva de su obra. En sus asilos recibieron niñas en riesgo social, abrieron escuelas, y también atendieron a niñas sordomudas. Según las memorias del Buen Pastor, su obra se caracterizó por abordar a sus desventuradas asiladas con cariño y preocupación por su recuperación en varios aspectos: físicos, psicológicos, familiares y laborales. Fue usual que las Casas del Buen Pastor ubicadas en provincias concentraran en el mismo recinto las diversas actividades y tipos de asiladas a quienes prestaban servicio.