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La antipoesía

Los términos antipoema, antipoeta, antipoesía, fueron utilizados por distintos escritores y estudiosos con sentidos diferentes. Sin embargo, la consagración especialísima de este tipo de escritura y de texto en la actualidad, se debe a la obra de Nicanor Parra. A partir de su libro Poemas y antipoemas (1954), se generalizó el interés por leer este tipo de textos, buscando en ellos una orientación para la nueva poesía, por explicarla, teórica y críticamente, por discutirla, por editarla. En suma, la presencia de la antipoesía parriana se convirtió en un nuevo referente en la lírica nacional. La crítica especializada atribuyó al término antipoesía un sentido que resume el espíritu nuevo que pretende expresar la vida tal cual es. Dicho de otro modo, antipoesía puede ser cualquier texto. El término antipoesía se relaciona con la literatura, que para el crítico Claude Mauriac es una literatura de la negación, que desemboca en distintas proposiciones artísticas contemporáneas: el silencio de Rimbaud, la página en blanco de Mallarmé, el grito inarticulado de Artaud, las aliteraciones Joyce y las palabras con un mismo significado de Beckett. Es decir, una literatura de desintegración del lenguaje, del texto, de la literatura misma; fenómeno asociado con la irrupción de nuevas formas de arte surgidas a partir de las vanguardias.

Estos antecedentes permiten comprender que la antipoesía corresponde a la expresión lírica de las mismas formas de antiarte surgidas a principios del siglo XX. El factor común es la intención de destrucción o desestructuración de la escritura de la literatura vigente, debido a la visión del mundo, de la existencia, del arte y del lenguaje que conllevan. La característica que permite distinguir a estas formas o géneros de los de la tradición, además de la utilización de un metalenguaje propio, es un conjunto de procedimientos textuales que configuran la obra y la ponen en un contacto violento con la tradición canónica.

Para Nicanor Parra, la poesía existente antes que la suya perdió su contacto con la realidad, con la vida, y por eso plantea su actividad creativa como una empresa de destrucción de la literatura, para dotarla de nueva vida. Es la voluntad decidida de ruptura con el pasado y de renovación, al mismo tiempo. Pero el proyecto de Parra va más lejos, ya que no sólo intenta cambiar la escritura artística por otra, sino que pretende destruir toda la literatura, escribiéndola de nuevo. El proyecto antipoético sustituye la poesía por su reescritura. De este modo, la reescritura antipoética se realiza a través de la inversión y la satirización de los modelos textuales y extratextuales. El antipoema requiere un lector distinto al de la poesía habitual: un lector asociativo, relacional, que haga presentes diversos textos o elementos no literarios en la conciencia del lector.

Desde un punto de vista métrico, el antipoema combina versos regulares de variada longitud, creando un ritmo flexible, emulando el habla cotidiana. Se trata de poemas un tanto arbitrarios, pero dentro de los márgenes de las reglas de la poesía convencional, que incluyen el humor, el prosaísmo y el lenguaje, además de ser coloquial, se presenta como un espacio para que la poesía hable críticamente de sí misma.