La música rock chilena revivió con fuerza en la década de 1980, en lo que se refiere a producción discográfica y presencia en los medios de comunicación. Incentivada por el auge del rock argentino, consecuencia de la guerra de Las Malvinas, la industria musical recuperó una gran variedad de manifestaciones musicales que se estaban dando en distintos ambientes de Chile, y las propuso para la gran masa consumidora. Si bien algunos de los grupos emblemáticos del movimiento, como Los Prisioneros o la Banda 69, tenían una posición marcadamente anti-sistémica, la gran mayoría se involucró en la lógica del mercado, construyendo un crisol de ritmos, estilos y actitudes de irregular calidad musical, pero de fuerte complicidad con el público. Valija Diplomática, Upa, Aterrizaje Forzoso, Emociones Clandestinas, Aparato Raro, Los Prisioneros y muchos más, aparentemente identificaron a la juventud de la segunda parte de la dictadura; una juventud que, en medio de protestas políticas, quería también bailar, usar ropas oscuras, cantar sus ritmos de moda y diferenciarse de la generación anterior marcada por el golpe de Estado, pues los hippies y los punk ya habían tenido la ocasión de romper el estancamiento.