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La Ciudad

"Amanece.
Se abre el poema.
Las aves abren las alas.
Las aves abren el pico.
Cantan los gallos.
Se abren los ojos.
Los oídos se abren.
La ciudad despierta.
La ciudad se levanta.
Se abren llaves.
El agua corre.
Se abren navajas tijeras.
Corren pestillos cortinas.
Se abren puerta cartas.
Se abren diarios
La herida se abre"
.

Publicado en 1979 por Gonzalo Millán desde el exilio en Quebec, Canadá, y editado en Chile solo 15 años más tarde, La ciudad es, ante todo, un testimonio poético crudo y despojado de metáforas de la experiencia colectiva y cotidiana de la dictadura. En un código que anuncia la estética del videoclip, el poemario despliega una sucesión de imágenes que transitan sin respiro, como un galope incesante y vertiginoso que, sin embargo, no conduce a ninguna parte: es la crónica de una ciudad cuya conciencia aparece repentinamente suspendida, avasallada por el miedo y oscurecida bajo la sombra del Anciano, una suerte de poder absoluto y omnisciente que invade los niveles públicos y privados de la realidad.

La ciudad puede también ser abordada como un ejercicio constructivista de selección, edición y montaje de materiales encontrados, donde el autor renuncia a los recursos tradicionales de la lírica y propone, en cambio, una "poética de la objetividad". Esta se caracteriza por el abandono de la retórica y la utilización de un lenguaje estrictamente referencial, recursos que procuran -según la crítica Carmen Foxley- una objetivación de la experiencia afectiva, mediatizada por la percepción sensorial y que determinan el contenido vívidamente imaginístico del poema. Colmado de representaciones visuales, auditivas y kinéticas que reproducen en forma paralela el trajín diario de los habitantes y la persistencia de los ciclos de la naturaleza, el poema registra con escrupulosidad forense los hábitos imperturbables de una ciudad-mecano, "hecha de papel y tinta", bajo cuya monótona superficie bullen las turbulencias.

En virtud de la repetición y acumulación sistemática de elementos, la incorporación de formas discursivas heterogéneas y la ruptura deliberada de la unidad como principios productivos -cuya filiación se remonta a las vanguardias artísticas de postguerra-, los versos se suceden como una suerte de letanía: la invocación de una palabra ritual capaz de conjurar el letargo de la memoria social. Según el crítico Mariano Aguirre, La ciudad es "un poema emblemático porque construye un espacio que cierra un modo de convivencia ciudadana y avizora otro en que las relaciones humanas se prevén fuertemente alteradas por el ejercicio de un poder ignominioso". Considerando que su escritura fue iniciada en septiembre de 1973, inmediatamente tras el golpe militar, el texto cobra, en efecto, un valor auténticamente profético, al tiempo que suscribe un compromiso irrecusable con la coyuntura político-histórica de la que brotó.

Respecto de la edición canadiense, la chilena presenta algunas modificaciones: la primera está constituida por 68 secciones, que en la segunda aumentaron a 73. Por otra parte, la versión de 1994 transfigura al Anciano en una figura femenina. Estas alteraciones demuestran la concepción que tiene el autor respecto de la obra, no como una entidad cerrada y definitiva, sino como materia orgánica, sensible a las condiciones del medio y plástica en los sentidos que es capaz de adoptar. En este caso, un espectro semántico que transita entre el experimento de lenguaje, la fórmula expiatoria y el documento social.