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Fusión con recursos tomados de la música tradicional chilena

El musicólogo Álvaro Menanteau propone definir la música fusión ejecutada en Chile como "la combinación de nuestra música tradicional con cualquier otra música o procedimiento musical foráneo" (Historia de jazz en Chile. Santiago: Ocho Libros Editores, 2003), ya sea en lo que respecta a los ritmos y armonías, como a los repertorios e instrumentos adoptados.

En el caso chileno, la fusión ha resultado de un proceso gradual que tuvo sus raíces en los años cuarenta, pero que tomó forma definitiva a partir de 1975. Un personaje central en la transición desde el jazz eléctrico -en boga a fines de los años sesenta- a la fusión criolla, fue el vibrafonista Guillermo Rifo, quien, junto al Sexteto Hindemith 76, grabó el disco El cantar de nuestra América, donde se mezclaba el repertorio latinoamericano con sonoridades provenientes de la música docta y del jazz. Este último elemento, que era bastante tenue en aquella grabación, se hizo más intenso en la segunda producción del conjunto, In musica de 1976, gracias a la incorporación del baterista Orlando Avendaño. Las exploraciones de Rifo fueron determinantes en la evolución que experimentó el género a lo largo del decenio.

A mediados de la década de los ochenta la fusión se revitalizó con los aportes del grupo Cometa, que entre una serie de conformaciones fue integrado por el percusionista Pedro Greene, el bajista Pablo Lecaros, el guitarrista Edgardo Riquelme y el tecladista Andrés Miquel. Una prolongación de los aportes de Cometa fue el trabajo de La Marraqueta, trío formado en 1992 por Pedro Greene y Pablo Lecaros, junto al tecladista Andrés Pollak. La Marraqueta publicó su primer disco homónimo en 1995, seguido por Sayhueque en el año 2000; en esta producción se aprecia un enfoque claramente latinoamericano y chileno en la integración de ritmos, armonías y sonoridades tradicionales al lenguaje del jazz.