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Formación de ingenieros nacionales

La enseñanza de la ingeniería durante el período republicano comenzó en el Instituto Nacional en 1831, cuando el ingeniero Andrés Antonio Gorbea dictó cursos de Matemáticas Superiores para formar agrimensores. Unos años más tarde, en 1838, el desarrollo de la actividad minera llevó al gobierno a contratar a Ignacio Domeyko para formar ensayistas mineros en la ciudad de La Serena.

Con la fundación en 1853 de la Escuela de Ingeniería, en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, comenzó oficialmente la formación de los ingenieros chilenos bajo la dirección del ingeniero español Andrés Antonio Gorbea. El programa de estudios contemplaba tres años comunes en los que se estudiaba Álgebra Superior, Trigonometría Esférica, Geometría de las tres Dimensiones, Física Superior, Química General, Cálculo Diferencial e Integral, Topografía y Geodesia, principios de mecánica y nociones de astronomía. Todos estos estudios conducían a las especialidades de Ingeniero Geógrafo, Ingeniero de Minas, Ingeniero de Puentes y Caminos, y Arquitecto.

Para perfeccionar la carrera, se contrataron numerosos ingenieros extranjeros y los mejores alumnos fueron becados a Europa para que se incorporaran como académicos a su regreso. Entre estos últimos se encontraban Enrique Fonseca, Ricardo Fernández y Luis Zegers.

Hacia 1889 surgió en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad Católica de Chile una nueva Escuela de Ingeniería. En el ámbito profesional, el Cuerpo de Ingenieros Civiles, los servicios de ferrocarriles, las empresas mineras y la Dirección General de Obras Públicas, fueron instituciones que concentraron el mercado laboral de los egresados, en una época en que el título profesional de ingeniero no tenía el mismo prestigio social que el de abogado. Por otra parte, el mercado aún era reducido y la mayoría de las veces los contratistas consideraban que los ingenieros extranjeros estaban mejor preparados que los nacionales.