Subir

Atención de los enajenados del país

Antes de la fundación de la Casa de Orates los enfermos mentales tenían diversos destinos de acuerdo a la naturaleza del mal que sufrían. Si se trataba de locos furiosos se les encerraba en cárceles para evitar el peligro que representaban para la sociedad. Allí se les tranquilizaba con sangrías, palos y duchas frías; se les colocaba al cepo para inmovilizarlos, y si todo esto no lograba calmarlos eran encerrados y atados a una cadena. Existían para ello algunos calabozos en el hospital San Juan de Dios de Santiago. Las mujeres eran llevadas a los conventos o eran recluidas en alguna quinta familiar lejos de las relaciones sociales. Los enajenados que pertenecían a familias adineradas eran enviados al Hospital de Locos de San Andrés de Lima. Los orates tranquilos eran asistidos en sus propias casas, donde se les recluía en una habitación completamente aislada del resto de la familia y sus relaciones sociales. Los enajenados tranquilos pero indigentes pasaban la vida como sirvientes y empleados de conventos y asilos, donde se encontraban recluidos.