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Cartas japonesas en La Familia

Entre el primero y el undécimo número de La Familia apareció "Cartas japonesas", sección que hacía referencia, desde una perspectiva crítica y paródica a la vida social y política de Chile. Estas cartas -que utilizaban personajes estereotipados- fueron publicadas hasta la edición del 15 de enero de 1891, un mes antes de la clausura del Congreso Nacional por parte del presidente José Manuel Balmaceda (1840-1891) y el inicio de la Guerra Civil de 1891.

Las "Cartas japonesas" eran escritas por el Conde Tchí desde Chile a su hermano, el marqués Tchú, miembro del Consejo Imperial de Japón, quien se hallaba en el país asiático. La Familia anunció como "feliz casualidad" el contar con estos textos y publicarlos. Comentó a sus suscriptores que estas cartas contienen "observaciones curiosas, muchas veces originales, y no pocas profundamente exactas, acerca de nuestro modo de ser social, administrativo y político, lo cual nos autoriza para presumir que será del agrado de nuestros benévolos lectores la transcripción de algunas de ellas, sobre todo si se tiene presente que han sido redactadas por un ciudadano ilustre de un país remoto y muy distante de nuestro querido Chile". Además, se advirtió la ausencia de fechas en ellas, lo que se atribuyó a la "usanza del Japón" ("Cartas japonesas". La Familia. Número 1, 15 de agosto de 1890, p. 4).

El Conde Tchí fue un seudónimo que utilizó Ricardo Cruz-Coke (1861-), colaborador de La Familia y esposo de Celeste Lassabe (1860-1927), la directora del medio (Hepp, Ricardo. Con letra de mujer. Celeste Lassabe Gassion. Santiago de Chile: A impresores, 2020, p. 82-83). Cruz-Coke utilizó la figura del colaborador extranjero para plantear sus opiniones sobre el Estado, la sociedad y la cultura chilena pues su "carácter de forastero lo protegía de posibles críticas, y el tipo de texto (cartas) lo cubría con una intimidad que parecía menos amenazante que una columna política formal" (Montero, Claudia. "'Trocar agujas por la pluma': las pioneras de la prensa de y para mujeres en Chile, 1860-1890". Meridional. Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos. Número 7, octubre 2016, p. 74-75).

Tchí presentaba sus críticas a la sociedad chilena desde una perspectiva comparativa con Japón; por lo general, las diferencias que acentuó tenían relación con ciertos vicios que reprobaba. Por ejemplo, en la cuarta carta, el Conde Tchí le contó al marqués Tchú sobre el hábito de contraer deudas de los chilenos, costumbre "opuesta diametralmente a nuestros hábitos del Japón". Relató el diálogo que tuvo con uno de los invitados mientras realizó una visita a la casa de una mujer de la aristocracia. Su interlocutor le comentó que "el deudor es el ser respetable por antonomasia. A un hombre honrado, cualquier pillo lo arrastra a los tribunales, promoviéndole una causa injusta; al deudor todos lo respetan, todos se humillan ante su sagrada e inviolable persona. Así se explica que casi no hay perro ni gato en este país que no deba a cada santo una vela y al Padre Eterno un cirio pascual" (Conde Tchí. "Cartas japonesas". La Familia. Número 4, 1 de octubre de 1890, p. 23-24).

Así, en varias de las cartas, Tchí realizó su crítica a partir de lo que pensó o conversó mientras visitaba algún lugar o persona con quien solía tener un diálogo. En las once entregas, sus críticas se dirigieron a la forma en que se conseguían los empleos públicos en Chile a partir de favores; a la valoración de lo extranjero -en específico, de lo europeo- por sobre lo nacional y la excesiva ponderación del dinero; el avance del centralismo económico y administrativo en contraste con el desarrollo de otras regiones del país; a la falta de vida artística en Chile, que se apreciaba tanto en la aristocracia, el "medio pelo" y el vulgo.

Si bien la reprobación a la administración del Poder Ejecutivo apareció mencionada en algunas de las misivas, en la novena entrega de "Cartas japonesas" se expresó una crítica explícita. Tchí recibió una invitación a un encuentro con "Su Majestad Chilenísima", como se nombra en la carta al presidente Balmaceda, con quien entabló una conversación a partir de la cual -por medio de la estrategia del contraste de visiones sobre los gobiernos de Japón y Chile- se dio cuenta de una reprobación del modo en que se administraban los dineros públicos y el rol protagónico del presidente en Chile. Durante el diálogo, la voz parodiada del presidente indicó que: "La constitución de la sociedad chilena se funda precisamente en este hecho: en la facultad ilimitada del jefe del Estado para invertir los caudales comunes en beneficio de sus amigos y adeptos" (Conde Tchí. "Cartas japonesas". La Familia. Número 9, 15 de diciembre de 1890, p. 67).

A inicios de enero de 1891, "la situación política del país estaba en el punto máximo de ebullición y todo hacía presagiar el pronto comienzo de la guerra civil" (San Francisco, Alejandro. "La otra guerra. La prensa, el odio político y la Guerra Civil chilena de 1891". Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Año LXXVI, número 119, 2010, p. 120). Respecto del cese de la publicación de las cartas, según la visión de Ricardo Hepp, "existe certeza de que el gobierno, disgustado por el contenido satírico de algunas de estas columnas, estuvo investigando para establecer quién era el autor de esas cartas", lo que también habría motivado el "asalto policial a la casa de la directora", en junio de 1891 (Hepp, p. 82-83).

A fines de noviembre de este año, La Familia anunció la publicación de la duodécima -y última- carta del Conde Tchí, la que se había salvado por "una feliz casualidad" en "el incendio del 4 de junio", en el que se perdieron "entre otras cosas valiosas", "una obra inédita de nuestro colaborador Juan Marsella, y el resto de la serie de Cartas Japonesas escritas y publicadas durante la Dictadura". En esta, Tchí criticó las deudas que había contraído el país durante los últimos cuatro años en la administración de Balmaceda (Conde Tchí. "Cartas japonesas". La Familia. Número 40, 30 de noviembre de 1891, p. 127).