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Periodo de la Colonia en Chile

Durante la Colonia se fundaron los primeros conventos de monjas en Chile, llegando a existir doce aproximadamente.

El primero se instaló en Osorno -el monasterio de Santa Isabel- creado con el fin de proporcionar instrucción religiosa y literaria a las niñas españolas e indígenas. Más adelante, en 1576, nació de un convenio entre el Cabildo de la ciudad, el vicario capitular y el padre provincial de la orden de San Francisco, el convento de la Limpia Concepción Regla de San Agustín, que después pasó a llamarse de las Agustinas (tras obtener la licencia del rey, al recibir el hábito siete religiosas y adoptar la regla de San Agustín). Cabe destacar, que en este convento se hospedó a la primera monja de origen mapuche, Ragún o Ragumilla (flor de oro), quien se convirtió en Sor Constanza de San Lorenzo y aceptó como confesor al Padre Luis de Valdivia.

En 1663 fue fundado el convento de Santa Clara por disposición testamentaria de Alonso del Campo Lantadilla, quien lo mandó a construir con la intención de preservar los bienes y lazos familiares. De este modo, fueron sus primeras moradoras únicamente ocho sobrinas nietas de él, entre las que se encontró Úrsula Suárez. Así consignó dicho testamento: "Mando que cumplido este mi testamento hasta aquí, del remanente de todos mis bienes dejo por heredero universal a un convento de monjas, que es mi voluntad se funde en esta ciudad, de religiosas de señora de Santa Clara, de la orden del seráfico San Francisco, que mis albaceas han de fundar si yo no pudiere hacer en mi vida, en el sitio que les pareciere, en que se reciban veinte monjas y diez seglares sin dote, que sean las que yo dejaré nombradas en este mi testamento y no en otra manera, y las que faltaren las nombrarán mis albaceas; mando que sean doncellas virtuosas, hijas de padres y madres nobles, porque sea fundado el dicho convento con gran cristiandad, para que Nuestro Señor sea servido y su bendita Madre y la Bienaventurada Santa Clara sean servidos, y procurar que las fundadoras sean de edad para que las doncellas mozas aprendan de las viejas" (Iglesias Saldaña, Margarita. El rol de las mujeres religiosas en la transmisión de la fe cristiana en la época colonial en Chile: una Mirada Conventual).

En la segunda mitad del siglo XVII apareció el Monasterio del Carmen de San José, cuya fundación fue encargada al obispo de Santiago por Juan de Concepción. Amparado en la reforma de Santa Teresa de Jesús, tuvo entre sus moradoras a Juana López, poeta, de quien dice: "sólo se conserva una poesía que tiene el místico sabor de la poesía religiosa de Santa Teresa de Jesús y que se titula: 'Acto de Contrición'" (Imelda Cano Roldán. La mujer en el reino de Chile. Santiago: s.n., 1981. p. 583).

Otro importante convento fue el de Santísima Trinidad de Capuchinas, impulsado por monjas de Lima, previa autorización del rey español en 1723. Iniciativa de religiosas peruanas fue también el Monasterio de Dominicas de Santa Rosa de Lima de Santiago de Chile, fundado en 1754. Este último albergó a Sor Josefa de los Dolores Peña y Lillo y Barboza, religiosa que practicó de manera constante el oficio de la escritura, dejando un nutrido legado epistolar.

Por iniciativa de Luis Manuel Zañartu, corregidor de la ciudad de Santiago, se gestó el Monasterio del Carmen de San Rafael (convento de Carmelitas descalzas), donde residieron Sor Tadea de San Joaquín y Sor Teresa de San Rafael (Zañartu), que "compuso gran número de hermosas poesías religiosas y varios otros trabajos para recreo y solaz de sus hermanas de hábito" (Imelda Cano Roldán. La mujer en el reino de Chile. Santiago: s.n., 1981. p. 612).